23/2/09

El comienzo de una aventura inolvidable




Hace más de un año que empecé a sentir un profundo deseo de migrar, de irme lejos. Conocer lugares, alejarme un poco de la rutina y de la vida que hasta entonces conocía para experimentar cosas nuevas, otras culturas, otra gente. De esta manera empecé a organizar un viaje para recorrer gran parte de Sudamérica. Así surgió la idea que luego fue realidad, en un soñado viaje que emprendí junto a mi novia Sigrid y dos amigos de la vida: Pablo y Roma. Tomamos un avión de Argentina hacia Lima, Perú, y a lo largo de un mes recorrimos este país, y también Ecuador, Colombia y finalmente Venezuela, desde donde tomamos el vuelo de regreso.
Aprendimos mucho al conocer culturas tan cercanas y a la vez tan distintas, y conocimos lugares increíbles. En este blog simplemente pretendo compartir el diario de viaje que relata nuestra aventura, para aquellos que quieran animarse a encarar una experiencia similar, por lo que incluyo datos como precios y lugares interesantes que pueden ser de ayuda.

Inicio del Viaje: Recorriendo Perú






Nuestro viaje comienza desde la ciudad de Lima, Perú, donde llegamos en avión desde Bariloche, Argentina, el 9 de Enero del 2009.
Ya en el aeropuerto limeño, una funcionara de TAM, Vanesa, tuvo la amabilidad de guiarnos y nos dio información local de utilidad. Nos consiguió un taxi seguro y nos comentó las opciones para llegar a Cuzco.
Llegamos al hermoso barrio de Miraflores, a 25 km del aeropuerto (45 soles) y nos ubicamos en un hostel a dos cuadras de la plaza central. Ni bien nos acomodamos, salimos a recorrer la zona, y a comprar los aéreos a la legendaria ciudad de Cuzco. Encontramos una oficina de Lan a unas ocho cuadras, sobre la popular avenida Pardo. Con los tickets en mano, decidimos almorzar algo en un restaurant que encontramos. Aquí experimentamos una bebida local llamada "triple cola", una versión económica de la afamada y predilecta gaseosa local, la Inca Cola. Para nuestra sorpresa el restaurant era argentino, y comimos unos platos muy ricos y livianos. Con la panza llena (y el corazón contento), nos fuimos a caminar a la costa, donde abundan los parques llenos de flores, palmeras y distintas plantas. Encontramos un hermoso faro, y un grupo de gente al lado que ofrecían paseos en parapente, sobre volando la costa limeña. A pesar de nuestro espíritu aventurero, disfrutamos de ver los parapentes, con los pies en la tierra, y continuamos el paseo. Caminamos bastante y descendimos a la playa, donde vimos unas barquitas pesqueras en el horizonte que regresaban a puerto. Un gran número de gente estaba practicando surf y disfrutando las ultimas horas de sol del día.
Se hizo un poco tarde y debido a que la noche anterior no habíamos dormido por el viaje, volvimos al hotel a bañarnos y salir a cenar. Comimos abundantemente en un restaurant de comida China muy bueno, con un "Mandarin Chicken" riquísimo. Después de unas vueltitas por la plaza nos fuimos a dormir.
Una de las primeras cosas que advertimos en Lima, es que los taxis tocan dos veces bocina cuando te pasan cerca, para ofrecerte su servicio. Esto resulta extremadamente molesto si tenemos en cuenta el gran número de turistas que hay en la Cosmopolita Miraflores, y la gran cantidad de taxis que circulan por sus calles. La cultura comercial se basa en un regateo constante, para lo cual es bueno saber negociar los precios y conocer el verdadero precio de las cosas.
Al día siguiente desayunamos en el hostel vecino, y dimos una última vuelta antes de tomar un taxi al aeropuerto, y tomar el vuelo a Cuzco.
Al llegar, una mujer nos esperaba a la voz de "Señor Pablo!", lo que ni sirvió para chistes durante mucho tiempo. Nos llevó en una camioneta al hostel que nos habían recomendado, el "Luzerna", en Av. Baja, a dos cuadras del Mercado.
Cuzco es una ciudad muy peculiar, de calles angostas y gente muy humilde. En la plaza de armas encontramos un gran número de turistas, pero sobre todo argentinos, lo que nos sorprendió bastante. En las ferias predomina la famosa alpaca peruana, con lo que confeccionan todo tipo de indumentaria, desde gorros y bufandas a sweaters y chalecos. Esta ropa es fundamental ya que estando a 3400 metros sobre el nivel del mar, el frío de la noche pega fuerte. Después de pasar la tarde en búsqueda de pasajes para Aguascalientes (poblado de Machi Pichu), desafortunadamente, dimos con una agencia que nos ofreció un paquete por 100 U$D por persona con todo incluido. Parecía ser una agencia confiable y compramos el paquete. A primera hora del día siguiente nos pasó a buscar un taxi que nos llevó a la camioneta de la agencia. Con "Humberto" al volante, sufrimos ocho horas de un viaje aterrador, atravesando montañas por caminos angostos, que prefiero no recordar en este diario de viaje.
Sin haber almorzado, llegamos a la tarde a la hidroeléctrica, donde un tren nos llevó (parados) a Aguascalientes. Este pueblo es muy cosmopolita, con una mística especial, lleno de extranjeros, ubicado al lado de un caudaloso río y escondido entre altas montañas, a los pies de la sagrada ciudad inca. Llaman la atención sus coloridas construcciones, con una suerte de parecido con "La Boca" porteña.
Tuvimos cierta dificultad para encontrar nuestro hostel, pero éste estaba considerablemente limpio y cómodo. Fuimos en seguida a cenar (primera comida fuerte del día siendo las 20 hs !!! ) y después a dormir.
4.40 am, suena el motorola de Roma. Nos apuramos para ir a comprar los boletos del micro que sube a Machu Pichu, por 7 dólares. Una fuerte lluvia nos acompañó todo el ascenso. 6.30 am nos encontramos en la entrada de la ciudad Inca. Fue una experiencia inolvidable, pocas palabras caben en la descripción de un lugar realmente mágico, con extensos corredores, terrazas y lugares imponentes, en la cima de una montaña y rodeado de otras aún mayores. Paseamos por toda la ciudad, escuchamos las charlas de la guía, y subimos al Wayna Pichu (montaña joven). Finalmente descendimos con prisa a Aguascalientes, ya que según nos había informado la agencia, el tren salía para hidroeléctrica a las 14.30. A las 13.30, con lluvia de nuevo y totalmente empapados, llegamos a las estación ferroviaria para enterarnos que el último tren se había ido una hora antes. Tuvimos varias discusiones por teléfono con la agencia que merecen el olvido, y pagamos 48 dólares cada uno por los últimos lugares en el último tren a Cuzco del día. Tardó cuatro horas y media en llegar.
Al otro día, frustrados por los gastos inesperados que nos generó el inconveniente, optamos por descansar el en hostel y dar un paseo por el mercado local. Al día siguiente volvimos a Lima.
Fuimos directamente a la terminal del Expreso Flores, en pleno centro de la capital. Compramos los pasajes y en las horas que quedaban para la salida de nuestro bus con destino a Trujillo (30 soles, 8 horas y media de viaje), fuimos a pasear a la conocida zona de Miraflores.
Cuando llegamos a Trujillo, temprano, nos fuimos a Huanchaco, playa que nos habían recomendado y se encontraba a escasos minutos en taxi. Nos ubicamos por 15 soles en un hostel con una agradable terraza con mesas y una hamaca paraguaya excelente.
Nos quedamos tres días. Paseamos por la playa, que honestamente dejaba mucho que desear por la gran cantidad de basura que encontramos en la arena y el agua. Visitamos el centro arqueológico de Chan Chan, un palacio Chimú de gran tamaño. El segundo día nos encontramos con un grupo de cinco argentinas en nuestro hostel que iban en dirección similar a la nuestra. Desde Trujillo tomamos un bus a Máncora ( bien al norte de Perú), y llegamos a las 5.30 am, aún de noche, y con la ciudad inundada por la lluvia. Unas mototaxis nos llevaron a recorrer una serie de hostels hasta que dimos con el indicado. Las playas allí eran mejores, con muchísima gente disfrutando del mar y del sol. Aquí encontramos nuevamente a las argentinas con las que estuvimos un rato charlando. Más tarde, después de pasear por la ciudad y cenar algo, tomamos otro bus (40 soles) a Guayaquil, Ecuador. El bus era realmente precario, y el conductor corría como loco, lo cual no daba mucha confianza.

Guayaquil y Montañitas, Ecuador.




Quedamos sorprendidos por el tamaño de la terminal terrestre de Guayaquil, muy moderna, al mejor estilo aeropuerto, llena de locales y hasta un Mc Donald´s. Como aún era de noche, esperamos unas horas a que salga el sol. Un taxi nos llevó por 4 dólares a un hostel ( 9 de Octubre) bien en el centro, a una cuadra del Parque Centenario. Por 14 dólares la habitación doble, con aire y cable, nos quedamos.
Hacía días que yo sufría un malestar estomacal tremendo, y empezé a tener un poco de fiebre también, por lo que tuve que buscar un médico. Me recetó unos antibióticos y me dijo que en unos días se me pasaría. Uno de los inconvenientes que encontramos en este país, es que la moneda local es el dólar estadounidense, por lo que tiene cosas que resultan muy caras. Este país sorprende por las similitudes de ciertas cosas con USA, como los taxis amarillos, nafta por galones, fruta por libras, maquinas expendedoras de periódicos y otras cosas que fuimos advirtiendo.
Después de unos días fuimos a Montañitas, una linda playa "surfer", a tres o cuatro horas en bus de Guayaquil, y llena de extranjeros de distintas partes del globo. Camino a esta ciudad pasamos varios poblados en la playa, pero no tan actractivos como Montañitas. Nos hospedamos en " El Centro del Mundo", donde hicimos noche por 7 dólares cada uno. Comimos PIZZA!!! Fue una motivación extra poder cenar una pizza rica, en un resto muy lindo, con buena onda y música agradable. La comida viene siendo un problema desde que salimos de Argentina, por lo que esto nos alegro un poco. El picante y lo frito (especialmente el pollo) están a la orden del día tanto en Perú como en Ecuador. Esta playa es definitivamente un lugar con mucha onda, cosmopolita y bastante hippie de hecho. Sobra la gente con ganas de fiesta y los bares de noche se llenan.
El bus de regreso a Guayaquil tardo unas 3 hs. Al llegar a la moderna terminal, compramos pasajes a Tulcan (frontera con Colombia).
En las tres horas de espera, comimos en el patio de comidas y yo devoré una excelente BigMac. El viaje fue desastroso. Sin aire acondicionado, el calor de la tarde ecuatoriana era sofocante, a tal punto que sufrí una baja de presión considerable, lo que me puso de un humor de perros. Para variar, entrada la noche y ya cerca de Quito, a una altura superior a los 2500 metros sobre el nivel de mar (msnm), el frío nos hacia temblar a los cuatro, que estábamos de malla, remerita y hojotas. Llegamos a Tucán temprano, y un taxi nos llevó a la frontera con Ipiales, Colombia. Después de dos horas de aduana, otro taxi nos llevó a la terminal de bus colombiana y ahi nos enteramos de las diferencias de precio en el transporte colombiano. El pasaje a Bogotá costaba 45 dólares!! No había mucha opción, y salía en breve, por lo que lo compramos.

21/2/09

Bogotá, Colombia




Transcurridas 17 hs de un viaje considerablemente bueno, cené una milanesa de pollo genial, llegamos a la ciudad de Bogotá, capital colombiana.Un taxi nos llevó a un hostel que el conductor, Edward, recomendó. La zona, en la 22 y la 12, a 6 cuadras de La Candelaria (centro histórico), dejaba mucho que desear. No era como para andar de noche. Bogotá es una ciudad increíble, con gente muy agradable, como en todo Colombia, muchos museos, plazas y catedrales. Nos instalamos por 10 U$D ( 22 mil colombianos) cada uno. Ya acomodados, después de una buena ducha (fría), llamamos a mi hermana Manuela, que estaba de visita en Bogotá, en la casa de su Papá, que no es el mio (esa es otra historia menos pertinente en este diario). El papá vive en la excéntrica zona de Usaquén, cerca del mall Unicentro. Nos tomamos un taxi que nos llevó ahí por 12 mil. Estuvimos un rato en lo de Manu y nos invitó a almorzar al Bogotá Country Club, cortesía del "tío" Tony (papá de Manu). Entrada la tarde, y considerando que anochece a las 7, volvimos al Hostel. Me olvidaba contar que por la mañana recorrimos La Candelaria, en la 7º, calle principal, y entramos a unas ferias artesanales muy buenas. También visitamos el famoso Mueso del Oro, que conserva reliquias de las distintas culturas indígenas colombianas, y alberga más de 15.000 años de historia local. Al día siguiente, volvimos a lo de Manu, y con ella, fuimos a la feria de Usaquen. Muy linda pero con precios un poco excedidos. Lo mejor del día, o casi, fue encontrar un local de comida argentina. Disfrute de un excelente Sandwich de Milanesa, de primera. Cabe aclarar que en Colombia, ya no cenamos por un dolar o dos, las cosas son un poco mas caras. Me puse en contacto con una amiga Bogotana, Catalina, y nos encontramos en el Unicentro. Ella estaba con una amiga, Camila, y nos llevó a todos en su humilde Hyundai Tucson cero kilómetro, al famoso Andrés carne de Res, en las afueras de la ciudad. Es un lugar espectacular, enorme, con mucha buena onda, tragos, comida, rumba y actores y bailarines por doquier. Es un lugar especial, el mejor resto-bar al que entré en mi vida, y a la vez uno de los mas caros, con mojitos por 18 U$D, el nivel de gente que hay no hace falta aclararlo. Ya de noche dejamos a Manu en su casa y desde lo de Cata, tomamos un taxi de regreso al hostel. Al otro día temprano, llegó Manu y fuimos a pasear. Visitamos el Museo de Botero, algo alucinante. Una excelente exposición del artista oriundo de Medellín (1932) y complementando, obras de los grandes mastros como Dalí, Pizarro, Picasso, Monet, Ernst, Degas, Lautrec, Corot y otros, que me dejaron sin palabras. Pegado a dicho museo, está el Museo de Arte Contemporáneo, y el de la Casa de la Moneda, todos gratuitos y muy interesantes. Almorzamos en el centro, después de comprar café en el famoso Juan Valdéz, que según nos dijeron varios bogotanos es el mejor café del mundo, cosa que comprobamos. Volvimos al hostel, todavía con la compañía de Manu, y entrada la tarde el amor de mi vida, mi novia, tuvo la "gran" idea de ir a lo de Manu. Tony tenía una cena hasta tarde y propuso ir ahí para ahorrarnos una noche de hostel y quedarnos toda la noche despiertos para ir temprano a la terminal al día siguiente. Desafortunadamente lo hicimos, lo que terminó en una noche muy larga, con todos tirados en el piso del cuarto de Manu, con mucho frío. A las 5.30 am, salimos de lo de manu, un poco hechados en realidad, cansado y muertos de frío. Tomamos un taxi a la terminal de buses y tuvimos la suerte de llegar y que nos ofrezcan pasajes rebajados a Cartagena por solo 45 U$D (salías 60U$D). El bus estaba apunto de salir, y sin pensarlo dos veces nos subimos.

Cartagena de Indias, Colombia.



Cuando llegamos a Cartagena, eran las 4 am. Esperamos un par de horas en la terminal, para que amanezca, y tomamos un bus al centro, que demoró una hora. Ya de día, llegamos a la imponente ciudad amurallada ( centro histórico de la ciudad de Cartagena), y como teníamos el dato de un hostel en el barrio de Bocagrande, preguntamos como llegar. Por 1.200 cada uno tomamos otro bus que en 10 min. nos dejó en el corazón del pintoresco barrio de Bocagrande. Contentos por el atractivo del lugar, los lindos edificios y comercios, el sol resplandeciente, el mar, nos fuimos al hostel. No era lo que esperábamos, asique a pesar del cansancio, y el peso de las mochilas, caminamos en busca de algo mejor. A las pocas cuadras, en la carrera 3 y la calle 6, nos topamos con el "Mar y Sol", donde por 20 mil cada uno tomamos una habitación con aire, baño privado y cable. Una vez acomodados, salimos a recorrer y encontramos un "restaurant" de playa, que hacía unos jugos por 2 mil ( o dos barritas como dicen los locales), tremendos. Tomamos unos jugos variados, acompañados de unos tostados ( nos hicimos habitué de este lugar). Después fuimos a la playa, nos bañamos y caminamos por la costa hasta la ciudad amurallada (como 30 cuadras!). Este lugar nos pareció increíble, toda una ciudad rodeada de murallas con cañones y más de 3 siglos de historia. Una vez dentro, paseamos por las angostas calles, observando las lindas construcciones de estilo colonial, con fachadas de cuentos y balcones hermosos. Agobiados por el calor del mediodía, regresamos a Bocagrande para almorzar y refugiarnos en el hostel. Entrada la tarde, averiguamos como ir a Islas del Rosario, excursión típica del lugar, que nos costo 50 barras per cápita. Nos acostamos temprano, y al otro día, como a las 8 am, nos pasaron a buscar para llevarnos al puerto. Tomamos una lancha que contaba con dos motores fuera de borda YAMAHA V6 de 200 HP cada uno. A toda máquina navegamos por casi una hora hasta Islas del Rosario. Era un paraíso de agua turquesa y verde, corales islas por todos lados y arena blanca. Espectacular. Por 20 barras nos llevaron a las costas e la Isla Gloria, donde disfrutamos e una hora de Snorkel, o careteo, viendo todo tipo de corales y unas 50 especies de peces de todos los colores y tamaños, erizos y demás. Fue algo inolvidable, que vale la pena hacer al menos una vez en la vida. De ahí volvimos Isla del Rosario a buscar a aquellos que habían optado por visitar un acuario de ahí, en vez de bucear ( aburridooos) y partimos rumbo a Playa Blanca, en Isla de Barú. Su uno tuviese que imaginar una playa soñada, estaría haciéndose una imagen de este lugar. Arena blanca y fina, cuasi harina, mar de tonos verdes, palmeras altas dando algunos lugares de sombra, sol, simplemente perfecto. Almorzamos y nos bañamos. Alquilamos una carpita y hicimos relax total. A la tarde nos subimos a las lanchas que nos dejaron nuevamente en puerto de Cartagena a las 16hs. Fuimos a bañarnos al hostel. Descansamos hasta que anocheció. Ahí, tomamos un taxi a uno de los bares más conocidos de Latinoamérica, "Café del Mar". Se encuentra sobre un sector de la muralla del centro histórico, frente al mar. Tiene mesas al costado de la muralla, pegadas a los cañones, que sumado a la brisa de la costa crea un ambiente indescriptible y único. Con su característica música y la hermosa vista de Cartagena de noche, con su muralla toda iluminada desde el suelo por cientos de reflectores, disfrutamos unos margaritas y unas cervezas, y al terminar recorrimos un poco del centro. Es un lugar especial, con una suerte de mística que atrae y encanta. Seduce a caminar eternamente por los angostos callejones, llenos de vida, música y gente agradable. A su vez, los colombianos son gente sumamente atenta y agradable, y te hacen sentir muy a gusto. Cansado por el largo día volvimos al hostel para dormir. Al otro día. nos mudamos a 3 cuadras, por el mismo precio, a un hostel con pileta! Una linda pileta con mesitas alrededor y musica. Salía 120 mil con desayuno para los 4 pero sin el desayuno, y un poco de regateo la conseguimos por 80. Disfrutamos todo el día de la pileta, jugamos al truco y almorzamos ahí. Probamos el típico mote de queso, una especie de sopa que se llevó todos los aplausos. A la tarde fuimos al Castillo de San Felipe, una fortaleza imponente, que construyeron los españoles para guardar el oro antes de enviarlo a España. Es bastante alta, y desde arriba puede verse toda Cartagena. Volvimos al hostel y Roma se durmió, pseudo desmayado en su cama. Después de varios intentos fallidos de despertarlo, lo abandonamos y nos fuimos a cenar a una pizzería. La pizza era de 20 pulgadas, enorme. Tomamos unas " Club Colombia" (cerveza) heladas, y después de llevarle a Romalas dos mega porciones sobrantes, nos fuimos a tomar algo a Café del Mar.
Era viernes, la noche estaba movida, pedimos margarita de limón, que estaba horrible, sobre todo para costar 10 dólares, y Pablo salvó la noche pidiendo algunas cervezas locales, topándose con la Redd´s, que es una cerveza que se toma con hielo, pero tiene un dejo dulce, como frutal. Nos resultó muy buena, muy rica y diferente.Se hicieron las 2 de la mañana y como pretendíamos amanecer temprano para irnos a Santa Marta, nos volvimos. El problema fue que nadie se levantó a las 6 como planeábamos, sino que conseguimos activarnos recién a eso de las 9. Guardamos todo, y como de costumbre, tomamos unos jugos con tostados. Una van (38 barras) nos llevó en 4 tortuosas horas a Santa Marta, con mis rodillas apretadas contra el respaldo del asiento delantero por el estrecho espacio entre asientos. Nos dejó en "El Rodadero", playa turística de Santa Marta, muy atractiva, con una bahía hermosa y mucha gente disfrutando del mar.

Santa Marta, Colombia. Tierra Tayrona.



Nos acercamos a un puesto de info turística en la playa, y le comentamos a un hombre cuánto podíamos pagar por una habitación, o queríamos. Nos llevó al Hotel Valladolid, a solo unas cuadras, donde conseguimos una cuádruple con baño privado, aire y tv a 20 barras c/u. Dejamos las cosas y fuimos a recorrer a la bahía. Estaba anocheciendo, eran casi las 18hs. comimos unas hamburguesas y compramos un paquete para ir al parque Tayrona la mañana siguiente. El parque nacional Tayrona, está dividido en 4 regiones, que requieren un día cada una para ser visitadas. Como contábamos con solo un día para estar en Santa Marta, tuvimos que elegir solo una, y optamos por Playa Cristal, que costaba 35 U$D por cabeza. Vimos el hermoso atardecer en la playa . Escuchando música proveniente de un grupito de samarios sentados cerca nuestro. Había mucha gente en la playa esa noche. Aproveche para darme un chapuzón. Fuimos a dormir y al otro día, como a las 9.30 am nos pasó a buscar el bus para Tayrona. El viaje fue agradable, y el guía samario, Mauro, comentó un poco de la historia Costeña. Llegados al parque, después de pasar un par de playitas y miradores, unas precarias lanchas nos llevaron a Playa Cristal. Una hermosa bahía, rodeada de montañas. La noche anterior, habiendo aprendido de la experiencia en Islas del Rosario, habíamos comprados dos mascaras de buceo baratas (15 U$D), por lo que pudimos bucear a piaccere. El día estubo nublado, y de a ratos garuó un poco, pero eso no nos privó de disfrutar el agua y la tranquilidad del lugar.
Habíamos guardado las mochilas en el hotel, y teníamos que tomar el bus que salía de la terminal 23.30 a Maracaibo, porque al día de siguiente nos esperaba David en Maracay, quien nos ofreció prestarnos un departamento en la playa de Cata, cerca de Caracas. Volvimos a la tarde al Rodadero y vimos el atardecer en el mar, con dos veleros en el horizonte que hacían de la bahía una postal inolvidable (foto). Comimos lasagna mientras vimos la triste actuación de River, frente a Boca (y mirá que yo soy de River a morir). Después fuimos a buscar las mochilas y cambiarnos. Tomamos un taxi por 7 barras a la terminal de Santa Marta. Estaba casi todo cerrado a excepción del Expreso Brasilia, cuyo bus proveniente de Barranquilla nos dejaría en Maracaibo. El problema era que no sabíamos si iba a haber lugar, y tras 2 hs de espera, la chica de la empresa lo único que decía era que " por un trancón, tu sabes, el bus está demorado". A ese paso no íbamos a llegar a tiempo a Maracay, lo que nos preucpaba bastante, ni hablar del cansancio que teníamos. Para nuestra sorpresa, después de media hora más de espera, se acercó un guardia de seguridad diciendo que tenía que cerrar la terminal, que debíamos irnos. No sabíamos que hacer, pero nos aconsejó que tomáramos un taxi hasta la " bomba de Mamatoco, y que esperemos ahí algún bus que pase para Maicao (ciudad colombiana en frontera con Venezuela). Seguimos su consejo y con un taxi, en 15 minutos estábamos en la bomba, o estacion de servicio. En seguida frenó un bus que por 20 barras cada uno nos llevó a Maicao. Ahí, una "buseta", auto Dodge del ´80, tamaño barco, nos llevó a los 4 y a una chica venezolana hasta Maracaibo por 50 Bs F. c/u.

Llegando a Maracay, Venezuela



Después de unas horas de calor y varias requisas policiales (y digo varias, en serio, muchas), llegamos a las 8.30 am a Maracaibo, capital del estado de Zulia, 2º ciudad ppal. de la República Bolivariana de Venezuela (nuevo nombre que Chávez impuso).
Había 2 formas de ir hasta Maracay, en Bus directo, o en buseta, con escala. Optamos por un bus que salía 10.30, por 50 Bs F. c/u, pero con a.c. Después de 2 hs de espera nos subimos. El viaje fue largo, y las requisas policiales continuaron, haciéndolo algo tedioso. Llegamos a eso de las 21 hs, y nos dejó en las afueras de la ciudad, en la ruta. Un rato antes habíamos llamado a David, y nos dijo que lo esperemos en un conocido puesto de arepas llamado "Mi Arepa". Así hicimos y luego de 15 min. llego David, con la mujer, en una imponente Toyota 4runner con llantas cromadas, Ahí nos invitó unas buenas arepas venezolanas. A diferencia de las colombianas, a éstas las rellenas con todo lo que uno se imagine, lo que la transforma en una comida suculenta. Fuimos para la casa de David, nos dieron cuartos para cada uno y una vez bañados ( con agua caliente, después de 1 mes de agua fría) nos dormimos. Al día siguiente, nos levantamos y preparamos las mochilas, y al bajar David nos recibió con un cafecito colombiano ( Juan Valdéz) y tostadas. Ídolo. Ahí nos presentó al goma, Leo, que nos llevó al Supermercado y de ahí a la Playa de Cata. En el super gastamos unos 400 Bs F. (90 dolares al paralelo, 180 al oficial!!), carísimo. Cuando llegamos a Cata nos alegramos al ver la espectacular pileta del depto, en una suerte de barrio cerrado. La bahía es genial, y las montañas mejoran la vista añun más. Pasamos un rato en la playa, nos metimos a la pileta. En el depto jugamos a las cartas, y más tarde cenamos las muy malas pizzas que preparé, con unas "Solera" (cerveza). Dormimos muy bien, el depto tenía a.c., agua caliente, ventiladores de techo, licuadora y hasta tostadora. Un lujo. Disfrutamos la playa y la pileta al día siguiente. Al otro llovió y se cortó la luz, entonces relajamos adentro, comiendo, tomando y charlando. El cuarto día, salió el Sol. Fuimos al bar a meternos, tomar solcito y despúes a la vuelta, no podía faltar la metidita a la pile. Almorzamos en el depto y los chicos se fueron para Ocumare, pueblo a 10 km, a sacar plata del cajero ( nunca lograron hacerlo). Yo me encargué de buscar más agua. Ahora estamos jugando al uno, va, los chicos, porque perdí y quedé afuera, y estoy aprovechando para actualizar el diario. Pasamos unos hermosos dias de descanso en Cata, y finalmente vino a buscarnos Leo, empleado de David. Llegamos de noche a lo de David donde nos pidió una Pizza para cenar. Después de ver unas peliculas, siendo las 2.30 am David nos llevó en su camioneta al aeropuerto de Caracas, donde tomamos el vuelo de regreso a Buenos Aires, llegando el 9 de Febrero del 2009, exactamente un mes después de partir. Dejamos atrás la vida de viajeros para volver a las nuestras, pero nos llevamos un poquito de cada lugar que conocimos y las ganas de en el futuro poder emprender una nueva aventura por el mundo.